Mañanitas
de otoño,
tarde
amanece,
relente
en los naranjos
que ya
muestran sus frutos
coloreando
y temiendo
tijeras
que
les separen
de las
ramas del árbol
para
llevarlos
lejos
de nuestra tierra,
a
otros lugares,
donde
gentes extrañas
los
saborean
sin
llegar a su punto de madurez.
Yo los
cojo en invierno
cuando
en sazón
presentan
ya sabores
extraordinarios.
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