Se
arregló un poco el pelo y se compuso el cuello de la camisa. Bajó del vehículo
y se dirigió a la puerta donde buscó el timbre, pero al no encontrarlo, golpeó
un par de veces con el reluciente aldabón que había incrustado sobre la mirilla.
Al cabo
unos pasos se acercaron al otro lado de la puerta que se abrió:
─ Buenas
tardes ─ Fue el saludo de la persona que le había abierto la puerta y le
interrogaba con la mirada.
─ Buenas
tardes, ¿vive aquí la señora Mirabueno?
─ Sí
señor, ¿quién pregunta por ella? ─ Inquirió la criada con voz neutra.
─ Me
llamo Nicolás…
─ Ya,
pase, la señora le está esperando. ─ Dijo ella sin dejarle terminar la frase.
Nicolás
penetró en la penumbra del zaguán y esperó a que la criada cerrase la puerta.
Luego la siguió a través de una acristalada galería hasta que ella le indicó
que esperara mientras entraba en una estancia situada al final.
En un
par de minutos la criada le franqueó la entrada y, con un gesto, le hizo pasar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario