viernes, 5 de octubre de 2018

La deuda impagada (4)


¿No vendrás a pedirme que te pague el trabajo? ─ La voz de don Aurelio resonó en el silencio y Nicolás la sintió como un bofetón en plena cara.
El silencio era espeso, se diría que podría cortarse con un cuchillo, hasta que Nicolás se rehízo y contestó con voz clara y serena:
No exactamente, vengo a proponerle un trato…
El cacique se volvió lentamente y clavó en Nicolás una mirada interrogante.
Un trato, un trato, ─ dijo arrastrando las palabras, ─ y qué trato se te ha ocurrido proponerme, si se puede saber.
Pues que tome usted su deuda conmigo como un primer pago del total que le dejó a deber mi padre y el resto se lo iré pagando con trabajos en sus fincas y con lo que pueda ahorrar.
La carcajada rellenó el espacioso despacho y don Aurelio incluso llegó a atragantarse con la risa.
¿Me tomas por tonto? El tiempo del pago se acabó y sólo tengo que ejecutar el embargo sobre los bienes de tu madre… ¡Idiota! Y va el muy tonto y me propone un trato. ¿Pero quién te crees que eres, majadero?
Sólo quiero que mi madre no sufra la vergüenza de que la echen de su casa…
Mira, cateto, me voy a sentir magnánimo y te voy a dar un plazo de cuatro años pero me pagarás el doble y de una sola vez y, además, pondrás como garantía tu propia casa y el taller. ¿Qué te parece?
Nicolás estaba entre la espada y la pared y aceptó la propuesta por más que la consideraba imposible de cumplir, pero no tenía alternativa así que firmó los papeles que trajo el administrador y se volvió a casa de su madre…


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