martes, 9 de octubre de 2018

La deuda impagada (6)


Con todo este bullir de recuerdos en su cabeza, Nicolás siguió caminando y, cuando quiso darse cuenta, la silueta de una gasolinera se recortó a lo lejos. El último trecho lo recorrió en un tiempo record y, al llegar a la pequeña estación de servicio, preguntó al expendedor si tenía el teléfono de un taller que no estuviese muy lejano.
Mi primo tiene un taller en el pueblo. ─ Comentó el interpelado.
¿Y está muy lejos? ─ Insistió Nicolás.
Sólo está a cinco o seis kilómetros… Si quiere le puedo llamar.
¿Y podría remolcar mi camioneta?
Por supuesto.
Pues entonces, llámele, por favor.
El individuo sacó su teléfono móvil y marcó un número. Al poco una voz contestó y el gasolinero le explicó el caso de Nicolás.
Estaba anocheciendo ya cuando Nicolás estacionó su camioneta junto al edificio que mostraba el número 72 de la Avenida Principal. Estaba sudando a causa de la fiebre que padecía desde hacía cuatro días. Era una simple gripe pero le había afectado bastante y, sobre todo, en el peor momento, cuando recibió la llamada de teléfono. Primero pensó posponer el viaje pero después el intrigante mensaje de la misteriosa mujer le hizo tomar la decisión de viajar aun cuando estaba enfermo…


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