martes, 21 de enero de 2020

Historias curiosas: Sueños “húmedos”


Aquella tarde empezó bien, cambié el billete del Expreso que me había enviado mi padre por uno del Correo que salía hora y media después y, además, me devolvieron dinero, (el Correo no tenía suplemento de velocidad). De esta forma disponía de tiempo para ir a la discoteca Consulado con la chica que había conocido el sábado anterior en una fiesta de mi amigo Tonino.
Dejé la maleta en la Consigna y fui a comerme un bocadillo de calamares fritos acompañado de una caña de cerveza en un bar de la plaza de Atocha.
Media hora después estaba bailando con la chica en la disco muy juntitos y con el corazón desbocado por la emoción que me producía el contacto con aquellos pechos que se clavaban en mí como si fueran promesas de mucho más, pero antes de que pudiera besarla, ella se apartó de pronto y, abandonándome, se acercó a un maromo que yo no conocía para abrazarse a él y darle el beso que yo había deseado (pobre iluso). Luego se soltó y, volviéndose hacia mí, me presentó como “un amigo de Tonino”. Yo no sabía si reír o llorar, pero lo que sí hice fue perderme entre la gente y pedir en la barra un San Francisco que bebí lentamente para disimular, o eso pensaba yo, el ridículo que acababa de hacer.
Un poco más calmado miré mi reloj y decidí salir para la estación para no perder el tren, aunque faltaba aún más de una hora.
“Qué idiota había sido”, me dije mientras caminaba, “yo que me había hecho ilusiones y hasta había pensado en llevarme a la chica a una pensión para acostarme con ella. ¡Valiente chasco!”
Con estas y otras disquisiciones en el pensamiento llegué a la estación y, como todavía tenía tiempo, compré una revista y, después de recoger mi maleta, me puse a leer en un banco del andén.
Había una mujer joven en el banco de al lado y me pareció que me miraba por el rabillo del ojo pero, después del despropósito de la discoteca, decidí olvidarme de ella y seguir con mi lectura hasta que por los altavoces anunciaron la salida de mi tren que estaba situado en la vía segunda del andén primero. Cuando me levanté para ir al tren, la mujer había desaparecido.
Subí al primer vagón de segunda clase y, como el tren estaba semidesierto, me metí en un departamento que estaba vacío. Me arrellané en uno de los sillones y retomé la lectura de mi revista.
Debí quedarme dormido y comencé a soñar con la chica de la disco pero en una habitación donde nos desnudábamos los dos y, abrazados, nos tirábamos sobre la cama que allí había. Estaba ya a punto de “caramelo” cuando desperté sintiendo que algo acariciaba mi “cosita” que se había puesto durísima. Me recibió una sonrisa burlona enmarcada en una cara más que agradable…
─ ¿Te gusta? ─ Pregunto ella, que no era otra sino la mujer del andén.
Yo me quedé como un besugo boqueando fuera del agua sin saber qué responder.
─ Ya veo que sí, ─ continuó ella, ─ ¿por qué no me lo enseñas?
Y yo seguía tragando saliva para intentar articular una respuesta. Sólo pude asentir con la cabeza mientras ella ya se había apoderado de la hebilla de mi cinturón que desabrochó en un pispás.
Antes de que pudiera serenarme sentí cómo su mano registraba mis calzoncillos buscando mi “tesoro” y, en aquél momento, sentí como se humedecían mis interioridades…
… está visto que los sueños de los adolescentes siempre son húmedos.


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