domingo, 29 de septiembre de 2013

Quietud



Ensimismado como estaba desde hacía ya más de media hora, cualquiera podría imaginar que sus músculos se habían paralizado pues nada en él hacía pensar en que fuera a moverse al menos de momento. Tenía la mirada perdida en la distancia y la boca entreabierta le daba un aspecto bobalicón que se acrecentó aún más cuando un hilillo de baba comenzó a caer desde la comisura de su boca para ir formando poco a poco un charquito a sus pies. Era la viva estampa de una estatua en la que solo el leve acompasamiento de la respiración delataba que no era un ser inerte.
Sonó un silbido en la distancia y el perro recobró de golpe el movimiento lanzándose en una carrera desenfrenada al encuentro de su amo.

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