La
tarde lluviosa era la consecuencia natural de una mañana plomiza durante la que
pasaron de largo negros nubarrones. Al fin, a eso del mediodía, comenzó a
llover, al principio tímidamente, pero, a medida que avanzaban las horas, la
cadencia de la lluvia fue aumentando hasta convertirse en un repiqueteo que
tamborileaba en los cristales de la ventana con sonido monocorde y ritmo acompasado.
Percibió
un olor que al pronto no supo identificar. Estaba seguro de que lo había olido
antes, tal vez hacía algún tiempo, pero no dejaba por ello de serle conocido.
Notó como los recuerdos pugnaban por aflorar en su memoria pero todo fue
inútil: seguía padeciendo aquella maldita amnesia que le había provocado el
accidente sufrido la semana anterior y que le dejó sin conocimiento durante
bastante tiempo.
Las
campanadas de un reloj comenzaron a oírse en la habitación contigua. Las fue
contando mentalmente: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…, ahí se
detuvo la cuenta, siete era un número que también le parecía que debía
significar algo en su existencia pero tampoco lograba recordar el qué…
─ Ha sido hace poco, ¿verdad?
─ Sí, justamente cuando el reloj marcaba las siete.
─ Pobre, no pudo reponerse del tremendo golpe que sufrió
en la cabeza y no salió del coma.
─ Habrá que ventilar la habitación, el olor de la cera y
de las flores han hecho que el ambiente esté muy cargado.
Espeluznante ¿así será la muerte?
ResponderEliminarCreo que estoy un poco influenciado por estas fechas
EliminarTremendo tu escrito Un placer que me hayas encontrado pues me gusta el aroma de tus letras y el sabor que me dejan depues de leerte
ResponderEliminarAcabo de escribir de nuevo te espero
Seguiré tu blog. Besos
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