Las hojas arrugadas, inmóviles y tiesas
como si fueran contrahechas.
Corteza despegada, a jirones,
desconchada por todos los rincones.
Las ramas caídas, desgajadas,
casi todas dispersas, destrozadas,
entre las otras hojas enterradas
pues cayeron por algún viento fuerte.
Es la imagen perfecta de lo inerte,
como petrificado por la muerte.
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