Cuando el otoño
coquetea con el invierno
y los vientos del
norte traen el frío,
ese frío que corta
en las mañanas
nuestra piel cual
cuchillo afilado y nos obliga
a abrigarnos sin
salir a las calles,
entonces
comprendemos tantas cosas
que quedaron
ancladas en el tiempo
y que ahora cuando
nos refugiamos
en el cálido hogar
las recordamos
y hacemos examen de
conciencia
para nunca jamás
volver a hacerlas
y no sentir jamás
dolor por ellas.
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