Nunca sabré a ciencia cierta si lo que recuerdo es lo que
me contaron o es sólo fruto de mi imaginación que me ha jugado una mala pasada,
pero lo cierto es que, para mí, es lo suficientemente interesante como para
haber decidido escribirlo.
Alguien me lo contó más o menos con estas palabras:
“Estaba comenzando a amanecer cuando dejó el cubo y el
mocho de la fregona en el armario de la limpieza y se cambió de ropa en la
pequeña habitación dedicada a vestuario. Se dirigió al cuadro de luces y apagó
el interruptor general pues ya no era necesaria la iluminación artificial dada
la claridad que comenzaba a entrar por las ventanas. Se quedó un tanto
dubitativa mientras su mirada se detenía en la puerta grande sobre la que podía
leerse: “ALCALDÍA” y, al final, sus pasos sin quererlo la llevaron a plantarse
delante mirando como hipnotizada el pomo de la puerta.
No sabría decir a ciencia cierta cuanto tiempo estuvo
allí parada, pero al cabo su mano asió el pomo y lo giró dejando expedita la
entrada. Abrió sólo una rendija y miró como si esperase encontrar a alguien
dentro, pero, al final, abrió del todo y franqueó con paso decidido aquella
entrada deseada desde hacía tanto tiempo: Había dejado atrás su antigua vida de
fregona y, a partir de hoy, pasaba a ser la Reina del Ayuntamiento, la
Alcaldesa.”
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