Fue el olor la causa de que despertara de pronto y me
quedase mirando al infinito mientras la consciencia volvía a habitar en mí y mi
cerebro comenzaba a funcionar normalmente. Definitivamente fue el olor, ese
olor acre que se mete por la nariz y te quema por dentro… el olor del fuego,
mejor dicho, el olor del humo que ya estaba inundándolo todo y que hizo que
todas mis alarmas se activasen y mi cuerpo segregase adrenalina a mansalva.
Las llamas bailaban al otro lado de la puerta y el
crepitar de lo que se iba quemando aumentaba a medida que el incendio crecía.
Cerré la puerta de una patada y abrí la ventana de par en par para salir por
ella.
Fue visto y no visto, en cuanto el aire penetró a través
de la ventana, las llamas atravesaron la puerta como si fuera de papel y
avanzaron inexorablemente hacia mí. Sin pensarlo dos veces, salté por el hueco
y me agarré a una rama del árbol más próximo como si fuera lo último que me
faltaba por hacer en la vida, y así me vi abrazado a la encina que sembró mi padre
en el jardín como si se tratase de una amante a la que no pensaba soltar ni a
palos.
Poco a poco fui descendiendo hasta llegar al suelo y,
aunque mis piernas temblaban como si estuviera azogado, conseguí mantenerme en
pie. Entonces pude contemplar en toda su magnitud el fuego que consumía mi casa
a toda velocidad animado por el fuerte viento que soplaba desde la tarde
anterior cuando comenzó la tormenta.
─ ¡Ha sido un rayo! Yo lo he visto. ─ Se escuchó en medio
de la noche.
─ ¿Quién eres? ─ Gritó a su vez sin haber reconocido la
voz.
─ Soy tu vecino Manuel que estaba despierto contemplando
la tormenta.
A medida que se acercaba pudo vislumbrar la silueta del
vecino que venía corriendo desde su casa situada a más de quinientos metros.
Una vez que Manuel llegó a su altura ambos miraron
hipnotizados cómo el fuego estaba acabando con lo que fue una preciosa casa de
madera que no tenía ni dos años de antigüedad.
─ He avisado a los bomberos, pero no creo que puedan
hacer mucho cuando lleguen ─ Informó el recién llegado ─ Ha sido todo visto y
no visto. Fue caer el rayo y brotar una enorme llamarada…
─ Debió caer en el cobertizo donde tenía almacenada la
paja para el caballo que compré el otro día. Menos mal que el animal todavía no
lo trajeron porque la cuadra no estaba terminada.
A lo lejos se dejó oír una sirena que avisaba de la
llegada de los bomberos…
Pero, pero, ¿qué bomberos ni que ocho cuartos? ¡Si mi
casa no es de madera y el cielo está raso y tachonado de estrellas!… y, para
más INRI, aquí no hay ningún vecino y yo me he debido quedar dormido en la
mecedora del porche. ¡Valiente susto que me he llevado!
Logras transmitir ese sentimiento de terror, que todo el que pasa por ese trance, siente. ME GUSTA MUCHO
ResponderEliminarA ver si ha dejado la cafetera puesta y ese sueñecillo le estaba avisando de algo.
ResponderEliminarhay sueños demasiado vividos, verdad?
ResponderEliminarbesos