lunes, 7 de julio de 2014

Obediente



         No entendía la razón por la que le habían mandado a aquel lugar. Él no hubiera pedido jamás semejante destino pero no había tenido opción, le habían mandado y punto, no cabía discusión sobre el tema porque donde hay patrón no manda marinero y eso es lo que hay, como cuando su madre le ponía para comer lentejas: “el que quiere las come y el que no las deja”. Por supuesto que siempre se las comía, sobre todo desde aquel día que no las comió y su padre se las volvió a poner como menú diario durante dos días hasta que acabó con el plato e incluso lo rebañó a base de sopas de pan.
         La verdad es que Adolfito era muy obediente y, aunque ahora tenía ya más de veinte años, no se le ocurrió ni por un momento reclamar contra el destino que le habían adjudicado, se quedaría hasta el final en aquella inmunda trinchera.

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