Cuando
las sombras de la noche amenazantes empujaban inexorables a las últimas luces
de la tarde, se dejaba oír el monótono canto de los cucos que, poco a poco,
daba paso al griterío incesante de los grillos.
Los
aromas de la noche estival iban inundando el aire que comenzaba a dejar el
calor en manos de una suave brisa refrescante y animaban a la contemplación de
un cielo tachonado de estrellas que intentaban, sin éxito, emular la claridad
de una luna inexistente.
Me
tumbé sobre la mullida pradera del jardín y dejé volar mi imaginación y mis
sentidos que, como pájaros recién liberados, volaron sin rumbo tropezando con
las múltiples sensaciones que entre la oscuridad les acechaban.
Cada
sombra se me antojaba una figura misteriosa que podía recrear a mi capricho y
hacerla cobrar vida para sentirme un poco Dios unos momentos…
- ¡No
olvides apagar la luz de la cocina cuando vayas a acostarte! – sonó su voz en
medio del silencio y el encanto de la noche se rompió en mil pedazos.
!!!JOLIN!!! , MARTINA SIEMPRE TAN INOPORTUNA.
ResponderEliminarCon lo poético que me estaba saliendo...
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