Levantó
el auricular y escuchó:
─ ¿Se
puede saber dónde has pasado la noche?
─ Pues
estuve… ─ trató de responder.
─ Como
siempre ya estás buscando una justificación.
─ Es
que… ─ intentó una segunda respuesta pero con el mismo resultado.
─ No vayas
a inventarte una historia que ya estoy harta de tus mentiras. ─ Continuó la voz
al otro lado del teléfono.
─ Pero
es que no me… ─ Nuevo intento desafortunado de elaborar una respuesta.
─ Pues
que sepas que si sigues por ese camino la cosa va a durar menos que un caramelo
en la puerta de una escuela, ¿me oyes?
─ Sí,
sí, te oigo alto y claro pero lo que quiero decirte es que… ─ Dejó de hablar
porque escuchó como ella colgaba.
─
¿Quién ha llamado por teléfono? ─ Preguntó su mujer entrando en el salón con
una bandeja que contenía un apetitoso aperitivo.
─ Pues…
─ dudó un momento ─ por un momento creí que eras tú.
─
Hay que ver que siempre estás de broma, Fulgencio.
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