Los restos de lágrimas en las mejillas era lo único
que delataba que había estado llorando después de haber tomado aquella
decisión. Se lavó la cara y ensayó una sonrisa forzada ante el espejo.
Ahora se abriría un nuevo escenario en su vida pero
aún dudaba de si debía seguir adelante.
Pensó bajar al salón donde sus padres estaban con la
policía esperando la llamada de los secuestradores, pero no lo hizo y con un
gesto de crispación en su rostro marcó un número en su móvil:
─ ¡No se les ocurra llamar a mis padres! el trato es
que se queden con mi hermanita para siempre.
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