Paseó
su mirada por el papel en blanco. Carraspeó por enésima vez aquella tarde. Fue
a la cocina y sacó del frigorífico una lata de refresco de limón que se bebió
de un trago. Volvió a la mesa y levantó la hoja de papel para mirarla al trasluz.
Nada, por más que trató de buscar la inspiración no consiguió que ella viniera
a su encuentro como tantas y tantas veces había llegado, incluso en medio de su
sueño despertándole sin miramiento alguno y obligándole a escribir sin descanso
durante varias horas.
Miró
por última vez aquel rectángulo de papel y, en un arranque de desesperación, lo
estrujó entre sus manos y lo lanzó a la papelera. Estaba claro que aquel relato
no iba a nacer, había abortado.
Es interesante la forma que le has dado a no tener inspiración: abortar. Es agradable leer cosas distintas :).
ResponderEliminarUn beso,
HTR.
Gracias por tu comentario, espero verte por aquí.
EliminarPues vengo del blog de cosmopoética de leer su comentario y me ha sorprendido, muy gratamente, su blog.
ResponderEliminarNo será la última vez que me vea por aquí. (Sigo leyendole un poco más - Por cierto, genial este relato nonato.)
Gracias por tu comentario. Tal vez nos veamos en Cosmopoética.
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