lunes, 22 de julio de 2013

Seguía siendo el rey



Andaba pausadamente por el sendero que discurría a lo largo de la ladera de la montaña casi paralelo al riachuelo que recorría el valle de norte a sur.
Un cielo tachonado de estrellas y presidido por una luna llena majestuosa era el techo que cobijaba su viaje nocturno.
El silencioso vuelo de una lechuza le hizo detenerse por un momento y observar como la sombra de la rapaz cambiaba de posadero. Sólo el sonido de los grillos y el croar de las ranas del arroyo le acompañaban en su soledad marcándole el ritmo que debía seguir su caminar.
La vereda comenzó a ascender primero con poca pendiente pero aumentando a medida que la iba recorriendo hasta que llegó a lo alto de una peña que dominaba todo el valle.
El viejo lobo observó el panorama que, alumbrado por la luna, se ofrecía a sus ya torpes ojos plagados de cataratas: más pronto o más tarde no tendría fuerzas para llegar hasta su mirador y lanzó un aullido quebrado y melancólico a la vez para decir que aún era el rey de aquella sierra.

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