Parecía
imposible pero le había sucedido a él que tanto dudaba de algunas situaciones
descritas por sus amigos y amigas tildándoles de exagerados o de poseer una
imaginación calenturienta.
Se
había quedado dormido detrás del último conjunto de nichos del cementerio y
habían cerrado las puertas cuando se
acabó el horario de visitas.
Al
despertar comprendió que todo era una broma pesada de su pandilla de amigos con
los que había ido al camposanto para colocar una grabadora junto a los últimos
enterramientos para tratar de captar psicofonías que luego pensaban colgar en
Internet.
Se
acercó a la reja de la puerta principal y comprobó que era imposible saltarla puesto
que la cancela cubría totalmente el arco de entrada. Fue inspeccionando una a
una las puertas laterales pero todas eran metálicas y estaban perfectamente
cerradas con llave. Desde luego es imposible escapar de aquí, pensó, pero
¿quién se va a escapar de un cementerio si todos los inquilinos están muertos?
Volvió
a la entrada principal y pensó en gritar para pedir ayuda pero las últimas
casas del pueblo estaban demasiado lejos para que nadie pudiera escuchar sus
gritos. Su preocupación iba en aumento a medida que pasaba el tiempo. Zamarreó
la cancela para ver si cedía e intentar abrir una rendija suficiente para
escurrirse por ella, al fin y al cabo estaba bastante delgado, pero la cadena
que rodeaba los marcos de la reja estaba colocada de tal manera que no era
posible abrirse paso.
Escuchó
un siseo a su espalda que le heló la sangre en las venas y le dejó como
petrificado sin poderse dar la vuelta y un grito terrorífico se escapó de su
garganta cuando sintió que le tocaban en el hombro.
─ Tranquilo, muchacho, que soy el guarda, déjame que te
abra la puerta… Siempre hay algún idiota que se queda encerrado en el
cementerio la víspera de los Difuntos.
buenisima tu historia
ResponderEliminarme imagino si me hubiera pasado a mi
se me pone la piel de gallina
besos