Sabía a
ciencia cierta que aquello era una gran mentira, un artificio construido a base
de embustes y más embustes por un mentiroso redomado e irredento que sólo sabía
engañar a todo el mundo y no le dolían prendas del daño que pudiera ocasionar a
los demás.
Sopesó
y valoró la actitud que debía tomar con respecto al asunto para no seguir involucrándose en tamaño
desatino que únicamente le acarrearía problemas de muy difícil solución.
Al
final su decisión de apoyarle hasta el extremo solo fue una consecuencia irracional
de sus sentimientos ingobernables: estaba enamorada.
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