La ensaladilla rusa es uno de mis
platos favoritos y, por mucho que haya comido, no he llegado a aborrecerla.
Recuerdo un “Día de San José” de hace bastantes años (unos cuarenta
aproximadamente) en que mi padre nos dio barra libre en mi casa a todos los
amigos. Acabamos con dos botellas de whisky y una de ginebra y los vapores
alcohólicos debieron despertar el hambre en nuestros juveniles estómagos por lo
que decidimos saciarla en la taberna “La Montillana”, que estaba en la calle
San Álvaro, donde el vino y las tapas eran bastante baratas.
Al acercarnos a la barra vi una fuente
de ensaladilla rusa recién hecha que me entró por los ojos como un cohete y no
pude menos que exclamar:
“¡Me la comería entera!”
Como quiera que lo dijera en voz alta,
el camarero se enteró y me comentó sorprendido:
“¿Entera?”
Yo para
no bajarme del burro le contesté:
“Con
tres o cuatro medios de vino si sólo me cobra dos tapas”
A mis
amigos se les abrieron unos ojos como platos cuando el camarero me puso la
ensaladilla delante y cuatro medios de vino diciendo:
“De
acuerdo, pero si te da una indigestión yo no me hago responsable de nada”
Tardé unos
veinte minutos pero me la zampé entera aunque me sobró la mitad del último
medio de vino y, además, dormí como un lirón, bueno como un lirón harto de
ensaladilla rusa.
jajajajajaja.... por cojones!!
ResponderEliminarbesos.