jueves, 13 de abril de 2017

Aquél no era



Efectivamente, aquél no era mi tío Gabriel. La cosa comenzó una mañana de sábado en que mi madre se empeñó en que tenía que ir a visitar a mi tía Clemencia y a mi tío Gabriel.
Vivían en la Avenida de la República Argentina y yo, después de discutir con mi madre porque no tenía ganas de visitar a nadie, salí cabreado de mi casa y cuando llegué al portal de la casa donde vivían mis tíos todavía me duraba el sofocón. Seguramente por ello en lugar de subir a la segunda planta izquierda, llamé equivocadamente al primero.
Mis tíos tenían una asistenta, Ramona, y una cocinera, Balbina (eran gente pudiente que se lo podía permitir) y cuando la puerta se abrió no apareció ninguna de ellas pero era tal el nivel de mi enfado que ni me fijé en ello (estaba deseando de acabar con aquella visita impuesta aunque mis tíos me querían mucho y yo a ellos también). Pregunté: “Dónde esta mi tío” y aquella señora me llevó directamente al dormitorio donde había un señor en la cama al que le dí un beso y salí a escape.
En el descansillo de la escalera leí que estaba en la primera planta por lo tanto aquel señor no era mi tío Gabriel pero el beso ya se lo había dado y aquello no tenía remedio. Desde entonces cuando iba de visita a casa de mis tíos pasaba como una exhalación por aquella puerta para que nadie me pudiera reconocer.

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