Levantando
las patas al caminar pavoneándose con su bermeja cresta por bandera y
cacareando mientras no quita ojo de encima a su harén que se reparte por el
corral picoteando las hierbas mínimas que luchan por sobrevivir en un terreno
tan difícil para no ser pasto de picos avarientos.
Al otro
lado, la clueca escarba cada dos por tres para que su hueste de polluelos
capture las lombrices y otros animalejos que saca del interior de la tierra.
El
movimiento caótico de los miembros de la comunidad corralera visto desde arriba
es como una sinfonía un tanto desafinada, será mejor buscar un posadero en la
rama de algún árbol para tener una visión diferente y poder sacar conclusiones,
dijo para sí el pequeño gorrión.
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