Llevaba
ya más de cinco horas oteando cada rincón de su territorio de caza y no había
visto ni el menor indicio de algo comestible.
Sus
tripas le estaban pidiendo a gritos algo que digerir y se removían inquietas.
Por otra parte era ya media tarde y pronto la oscuridad le impediría hacer uso
de su más que potente y agudo sentido de la vista.
Al fin
a unos cincuenta metros distinguió la silueta de una paloma que planeaba
seguramente buscando un posadero. Se preparó para la acción e inició un picado
a una velocidad vertiginosa mientras su futura víctima parecía no darse cuenta
de lo que se le venía encima…
Extendió
las garras y expandió su cola para frenar un tanto su carrera con el fin de
capturar su presa y entonces… entonces se dio cuenta de su error.
Sus
afiladas garras rasgaron el plástico serigrafiado de la cometa y su cuerpo se
enredó en las cuerdas continuando su velocísima caída como si de un paquete
bien amarrado se tratase.
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