Ni siquiera
elegimos el nacer,
el Destino
veleidoso marca el rumbo
y nosotros pasamos
por la vida
sin poder hacer
nada por cambiarla.
Seremos marionetas
en sus manos
que rigen sin
permiso nuestros actos,
que juegan al azar
con los amores
como quien juega al
ajedrez sin conocer
ni sus reglas ni
sus propios movimientos,
sin intención
tampoco de ganar,
tan sólo de actuar
sin ver el riesgo
ni el abismo
insondable de la muerte.
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