En esa
semioscuridad
que mantiene la
casa en la penumbra
en las tórridas
tardes del estío
nuestra imaginación
se arrastra
perezosa y soñolienta
sin despertar
siquiera levemente
a las musas que
siguen escondidas
como si
pretendieran ignorarme
y dejarme con la
hoja en blanco amenazante
a solas.
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