La
verdad es que, en aquél entonces, yo no lo había hecho nunca pero no por falta
de ganas y es que no me hubiera importado, es más, lo había llegado a desear
fervientemente sobre todo cuando la vecina de enfrente me taladraba con su
penetrante mirada o cuando coincidíamos en el ascensor y me indicaba por señas
que me cerrase la bragueta. La muy ignorante no sospechaba que yo me la dejaba
abierta adrede para que ella me lo indicara, con el oculto deseo de que me la
cerrase alguna vez y todo se fue al garete el día que se marchó del piso.
Se
largó con el feísimo de su novio que era un tipo desgarbado y con barbas que no
se quitaba las gafas de sol ni por una apuesta, bueno digo yo que para meterse
en la cama sí se las quitaría.
Andando
el tiempo, crecí y me olvidé de ella pero no del asunto que nos ocupa que
seguía siendo un melón sin calar para mí aunque, la verdad sea dicha, no me
obsesionaba en absoluto: yo sabía que, más tarde o más temprano, me iba a
estrenar y así fue, o, mejor dicho, así estuvo a punto de ocurrir.
Hacía
ya más de un año que había muerto mi madre cuando la chica de la panadería se
presentó en mi casa y llamó al timbre. Lo cierto es que yo, cuando iba a
comprar el pan por las mañanas, me quedaba mirándola con cara de idiota como si
fuera la primera mujer que había visto en mi vida y, seguramente, la chica
había supuesto que yo estaba por ella, así que debía venir dispuesta a todo (es
un decir).
Abrí la
puerta y le franqueé el paso pero ella no se movió del descansillo. Me observó
como si fuera un bicho raro (así debía ser mi cara en ese momento crucial) y me
alargó la mano que yo me dispuse a coger entre las mías pero ella se zafó y me
dejó cincuenta céntimos en la palma de la mía.
“Te
habías dejado el cambio encima del mostrador”, dijo y, antes de que yo fuese
capaz de reaccionar, salió zumbando escaleras abajo y sin esperar para coger el
ascensor.
jajajajaja 😝
ResponderEliminaryo no creo que fuese solo a devolver el cambio... 😉
besos
Un saludo desde "unas letras para el café "
ResponderEliminarLa cara del momento siempre arruina lo mejor...
ResponderEliminarSaludos,
J.