Decidido del todo a
“conseguirlo” me puse el mono de trabajo y me empleé a fondo en
mi nueva idea basada en otra peli porno. Después de buscar en todas
las guías de teléfonos de Internet conseguí el número de una
“fontanera” y me puse manos a la obra para recrear la situación
que se daba en el film.
En primer lugar atasqué
el fregadero y, a continuación llamé al teléfono de marras donde
me contestó una voz femenina que, en mis oídos sonó como si fuera
una insinuación, tal era el nivel de excitación que yo tenía.
Luego de insistir para que la chica viniese a eso de las nueve de la
noche, me metí en la ducha para quedarme más limpio que un jaspe y,
sólo con el albornoz puesto, me dispuse a la espera imaginando las
mil y una situaciones que me habrían de llevar indefectiblemente al
estreno de mi nueva cama. Probé a llenar un vaso de agua mientras
suponía a la fontanera tirada en el suelo debajo de mí y observando
con ojos como platos mi masculinidad por debajo del albornoz. A
continuación ensayé frente al espejo, mil y una veces, mi saludo de
bienvenida a la chica amén de la justificación por encontrarme con
tan poca ropa encima.
Las horas se me hacían
eternas hasta que a las nueve y veinte sonó el teléfono. Era ella
para decirme que no podría llegar antes de las diez o, quizás, al
día siguiente. Le supliqué que viniera a las diez pero que fuese
hoy. Ya no estaba dispuesto a aguantar más y sobre todo ahora que ya
estaba a punto de cumplir mi deseo.
Por fin a las diez y
cinco sonó el timbre de la puerta y me levanté de un salto para
abrir a mi “visitante”. En el espejo de la consola me arreglé, o
mejor, desarreglé el peinado supuesto que venía de la ducha.
Tal era mi estado de
ansiedad que ni siquiera atisbé por la mirilla sino que abrí la
puerta directamente.
─ Buenas noches, mire,
soy el padre de la fontanera y vengo a desatascarle el fregadero
porque ella tiene muchísimo retraso…
Un cambio por demás inesperado, sin dudas.
ResponderEliminarSaludos,
J.