Nunca
podría imaginarme yo que viviría una situación que, a primera vista, pudiera
parecer hasta irrisoria si no fuera porque el motivo es por demás
suficientemente serio y, ojalá no lo sea, grave.
Me explico:
bajé como todos los días a comprar al supermercado que hay en el polígono
industrial de mi ciudad y mi sorpresa fue cuando observé que había una
inusitada proliferación de coches en la puerta del establecimiento. Cuando me
aproximé a la entrada, me encontré con una enorme cantidad de personas que,
expectantes, esperaban no sé qué y que luego supe cuando tres señores se
pelearon por coger un carro que salía del súper ya vacío después de haber
servido para transportar lo que alguien había comprado.
Al entrar
al establecimiento me quedé alucinado por la cantidad de personas que formaban
colas para pagar lo comprado. Decidí no cargar con muchos productos y entré sin
carro para intentar tardar lo menos posible.
Las
estanterías se estaban quedando vacías de contenido y, como la gente me vio con
pocas cosas en las manos, me dejaron pasar y, de esta forma, estuve muy poco
tiempo en la cola.
Después de
meterme en mi coche me quedé pensando en lo que algunas veces había visto en la
televisión sobre momentos de histeria colectiva en algunos países donde
escaseaban los productos alimenticios, pero sé que este no es el caso en
nuestra tierra y, sin embargo, el miedo es libre.
Espero que
a partir del lunes las cosas vuelvan a su ser. Espero…
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