jueves, 10 de diciembre de 2015

Eso le pasa a cualquiera



No sabía lo que le faltaba pero algo en su interior le avisaba de ello. Seguramente sería una tontería que, por algún motivo estúpido, se le había metido en la cabeza como esas canciones que, sin saber el porqué, te pasas cantando todo el día y no hay manera de sacártelas del pensamiento.
Cerró la puerta, dejó de lado su preocupación y arrancó el coche poniendo rumbo a su agencia de viajes. Trabajó hasta el mediodía y almorzó un bocadillo con una cerveza porque no le daba tiempo para ir a comer a casa: tenía que trabajar toda la tarde en unas ofertas que había de presentar antes de las siete a uno de sus mejores clientes.
Un suspiro de alivio se escapó de su pecho cuando, después de terminar su labor, entregó el sobre con las ofertas en la empresa de su cliente justo tres minutos antes de la hora fijada.
Camino de su casa iba pensando en cómo pasaría el resto de la tarde: película de acción tumbado en el sofá con cervecita y aperitivo, un rioja para acompañar a un par de huevos con jamón en la cena y un gin-tonic para rebajar como digestivo…
Relamiéndose con estos pensamientos estacionó y se dirigió a la puerta de su domicilio metiéndose la mano en el bolsillo para coger las llaves… ¡las llaves!...

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