Todavía no he podido olvidar aquél infausto día en el que unos desalmados hicieron volar por los aires los trenes de cercanías de la Comunidad de Madrid.
Cuando vi las imágenes de televisión no podía dar crédito a lo que mis ojos me mostraban, me parecía una broma de mal gusto en un día que no era el de los inocentes, el terror pintado en las caras de los supervivientes me sacó de golpe de mi ensoñación, aquello era verdad, tan verdad como los aviones que destrozaron las Torres Gemelas de Nueva York, aquello era de verdad y había sucedido aquí, en España, en este país alegre y acogedor. ¿Cómo era posible tamaño disparate? Y, después, ¿cómo personas que representaban a un gobierno democrático intentaron engañarnos como a idiotas?
Vaya mi emocionado recuerdo para aquellas personas que dejaron de existir en ese ataque terrorista y mi apoyo sincero y firme para los que quedaron y, de alguna manera, aún no han podido superar el horror que vivieron tan de cerca.
Hay días que no deberían figurar en el calendario.
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