No
sabía el porqué de que le llamaran así, de todas formas no había sido
consciente de este hecho hasta el día anterior porque nunca antes se había
sentido atraído de esa manera por una persona y es que ahora sentía esa
atracción como la fuerza de un potente imán que le obligaba a acercarse a ella
de forma inexorable y, aunque había intentado rebelarse y no acudir a su lado,
sólo había logrado tener un estado de frustración aún mayor cuando veía lo
inútil de su intento.
Antes,
cuando todo lo veía a través del cristal del escaparate, todo era mucho más
tranquilo, más sosegado, pero desde ayer los acontecimientos se habían
precipitado a tal velocidad que no era capaz de comprender la nueva situación…
− ¡Ven
aquí, Sultán! ¡Ven con mamá! ¡Toma una chuchería!
¡Qué vida tan
perra!
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