Ayer
volví a ver el Arco Iris. Hacía años que no lo veía y es que, tal vez, según
nos pasa el tiempo por encima se nos va doblando la espalda y sólo miramos el
suelo, quizás para no tropezar o, simplemente, por costumbre, una costumbre que
nos va haciendo cada día más terrenales y menos románticos, más materialistas y
menos espirituales, en definitiva, más insensibles pero más débiles aunque no
lo creamos así y es que nos vamos perdiendo lo que la vida tiene de
sorprendente y la ilusión por descubrir nuevos horizontes o lo que es lo mismo:
nos vamos haciendo viejos en el sentido más peyorativo de la palabra.
Quien no sueña es como quien no ve, ¿o no?
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