Ordenaron colocarle una venda en los ojos y,
sorprendentemente, no se resistió pues poca cosa podía hacer con las manos
atadas. Esta actitud envalentonó a sus captores que habían sufrido en propias
carnes la violencia de sus golpes al defenderse cuando entre tres le hicieron
prisionero. Ahora, pensó, me llevarán a su guarida y entonces será el momento
de desembarazarme de las ligaduras y de la venda para ajustarles las cuentas.
El ruido creciente de un motor le advirtió de la
llegada de su transporte…
El impacto contra el camión fue brutal y pasó
del sueño a la otra vida sin darse cuenta.
El juego del tacón, puede que sea ese libro?
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