Noche
cerrada, niebla espesa y una calle solitaria con farolas de luz mortecina que
apenas logran alumbrar unos pocos metros a su alrededor. Y, en medio de una
oscuridad casi absoluta, el golpeteo de unas pisadas de zapatos de tacón rompe
el silencio sepulcral, un grito de mujer y el aullido de un lobo… pueden servir
para crear una atmósfera de terror.
Ya sólo
falta escribir el relato o dar rienda suelta a la imaginación de los lectores:
la mesa esta puesta, que cada cual se sirva a su gusto.
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