Blas
llevaba ya veinte años trabajando en la tienda de su tío y jamás había cogido
de la caja ni un céntimo pero aquel día su mujer le había encargado un pollo
del mercado para la cena y, como se había olvidado de la cartera, decidió tomar
el dinero prestado de la caja con la intención de reponerlo al día siguiente.
El caso
es que se olvidó totalmente del dinero y nunca lo repuso pero, como la cosa se
fue repitiendo muchas veces a lo largo de ese verano, un día su tío le comunicó
que iba a tener que cerrar la tienda.
Blas se
quedó cariacontecido y recordó de golpe sus cada vez más frecuentes visitas a
la caja registradora. ¿Sería él la causa del cierre del negocio?, se preguntó
mentalmente a la vez que su preocupación por el futuro se acrecentaba más y
más. Pensó confesarlo todo y prometer a su tío que devolvería hasta el último
euro pero no le dio tiempo porque su pariente se dirigió de nuevo a él y le
dijo:
─ Tengo que pedirte que me perdones, sobrino, porque la
causa de tus futuros males he sido yo…
La cara
de Blas era todo un poema a medida que iba escuchando a su tío.
─… que cada día me iba con el dinero de la caja a jugar
al póker con cuatro sinvergüenzas que me han ido limpiando sistemáticamente
hasta que se han quedado con la tienda y contigo porque también me jugué al
dependiente
mi madre cuenta que en su pueblo, un señor de dinero se jugó a la mujer y acabó suicidándose... que triste lo del juego, verdad?
ResponderEliminarAlguno tuve en la familia que consiguió arruinarse.
EliminarArriba el animo te presiento bajoneado
ResponderEliminarabrazos
No, aunque no lo parezca, estoy muy bien. Besos
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