─ ¿Y te miraba a los ojos mientras te ayudaba?
─ Pues la verdad es que no lo sé…
─ Pero si estabais muy cerca.
─ Ya lo sé, pero…
─ ¿Pero qué?
─ Que la que no se atrevía a mirarle era yo.
─ ¡OH, el amor!
─ Es que tú no sabes la vergüenza que me dio cuando
se levantó de su silla y se vino para mi mesa…
─ ¿Pero no era eso lo que tú querías?
─ Sí, claro, pero una cosa es quererlo y otra…
─ Mira, Elenita, tú no sabes lo que quieres.
─ Que sí, Lolita, que ya estoy segura y quiero que me
mire pero nunca le pillo mirándome.
─ Tú hazte la tonta y yo cuando vea que te está
mirando te doy con el pie por debajo de la mesa…
─ Vale, vale, ¡menos mal que tengo una amiga!
No hay comentarios:
Publicar un comentario