Con los
primeros albores se levanta
el alma
soñolienta y despereza
los
flecos que la niebla va dejando
colgados
de las ramas del espino,
vestigios
de algodón deshilachados
que
sueñan con ser nubes algún día.
Se calla
el ruiseñor que ha trasnochado
llenando
la alameda con sus trinos
en tanto
que la Luna poderosa
se
acuesta a descansar por el Poniente
y Aurora
se despierta y nos anuncia
el carro
de su hermano Sol que llega.
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