Ayer
fue el santo de mi madre. Mi madre se llama Isabel y cuando cambiaron la fecha
de su santo al día cuatro de julio, ella se negó en redondo a admitir el
dichoso cambio porque llevaba toda una vida haciéndolo el día 8. A mi abuela Isabel le pasó
lo mismo e hizo caso omiso a la arbitrariedad eclesiástica. Son dos casos de
rebeldía antipapal que me hacen pensar en lo que pasaría si todos nos negásemos
a aceptar las arbitrariedades del gobierno Rajoy.
Seguramente que le
dolería la cabeza a alguien.
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