Tenía
que contárselo a alguien. Aquello era tan infrecuente en su vida que se moría de ganas de pregonarlo
a los cuatro vientos. Ya estuvo a punto de suceder en dos o tres ocasiones pero
la cosa se truncó antes de conseguirlo unas veces (dos) por su culpa y otra
(una) por culpa de la providencia o la casualidad o vaya Vd. a saber por culpa
de quien.
Su
corazón palpitaba a todo tren y la euforia se le había desatado de tal manera
que estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad o de alegría o de algún
sentimiento hasta ahora desconocido para él.
Había
conseguido algo inimaginable, algo increíble pero, sobre todo, algo importante:
Había conseguido tener un amigo.
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