lunes, 2 de julio de 2012

Un sinsentido


Los caballos de vapor son invisibles. A esta afirmación llegó mi tío Eustaquio después de escudriñar durante meses el contenido del capó de su coche. Y es que mi tío, además de constante y persistente en las tareas que emprende, es cabezón pero no porque tenga la cabeza grande sino porque cuando se le mete algo entre ceja y ceja cuesta la misma vida convencerlo de que ese algo no es verdad o no vale la pena dedicarle ni un minuto de su, por otra parte, aburrida vida. Claro que, si su vida no fuese aburrida a más no poder, seguramente no se dedicaría a elucubrar sobre la invisibilidad de los caballos de vapor que es por donde empezamos este estúpido escrito y, o mucho me equivoco, o no nos va a llevar a ninguna parte.
Como el gobierno de Rajoy, ¿o no?

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