sábado, 2 de abril de 2016

Recuerdos: La cigüeña inoportuna



En mis idas y venidas desde mi casa en Ciudad Jardín hasta el colegio Cervantes en la Plaza de la Compañía (unos tres kilómetros) sucedieron muchas cosas pero sobre todas ellas la anécdota que voy a relatar fue quizás la más impactante:
Recuerdo que cuando tenía catorce o quince años me gustaban las gabardinas aquellas que tenían muchos botones forrados de cuero y que se les llamaba “trincheras”. Pues bien, una trinchera preciosa llevaba el buen hombre que caminaba delante de mí a unos diez o doce metros junto a la iglesia de la Trinidad. Yo que iba embelesado mirando aquella prenda tan deseada, de pronto vi cómo el señor se encogía y, tanto su cabeza como toda la preciosa gabardina, se llenaban de una sustancia blanquecina y pegajosa. Ambos miramos al cielo buscando el origen del suceso y es que la cigüeña de la iglesia había soltado su deposición junto al alero del tejado y hay que ver la cantidad que cagó el pajarito porque el hombre estaba como para hacerle una foto… Creo que desde aquel día se me quitaron las ganas de tener una trinchera.

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