Una nariz como una berenjena y un ojo de
cristal que nunca se cerraba eran las notas más características de su rostro.
El pelo ralo y la barba encanecidos hacían vislumbrar una edad madura aunque
indefinible. Un corpachón pesado acompañado de unas manos y unos pies enormes
eran el complemento que hacía que su figura fuese de todo menos corriente, y es
de imaginar que después de haberle visto una sola vez ya sería prácticamente
imposible olvidarle.
Cualquiera que le mirase podría pensar que se
trataba de un individuo feroz o, como poco, peligroso pero no era tal, aquí no
se cumplía que la cara es el espejo del alma pues Lorenzo, que así se llamaba
mi tío, era el ser más amable y cariñoso que se pudiera encontrar en esta parte
del planeta. Era tal su bonhomía que no había persona en la ciudad que no le
quisiera o que no le debiera algún favor que, por descontado, él jamás se
cobraría, tal era su grandeza de espíritu que siempre estaba presto a ayudar a
sus convecinos en cualquiera de las labores donde pudiesen necesitar su
descomunal fortaleza.
Así pues era, y aún lo será, mi tío Lorenzo
que, aunque hace años que no le veo, estoy seguro de que seguirá siendo mi tío
más admirado y sé que el cariño que le profeso es mutuo y vivirá entre nosotros
por más que estemos separados por cientos de kilómetros.
Entrañable descripción....
ResponderEliminarPodías intentar "cuentos cortos"/"mini-cuentos"....