Nadie tuvo el valor de decir no, nadie pensó
decirlo pues negarse equivalía a despreciarle y el desprecio es moneda que se
utiliza poco en esta relación que nos atañe.
Nada se pudo hacer sino esperar aunque la
espera pudiera ser en vano y no hubiese remedio para cuando todo estuviera
terminado.
La vida es eso, una agonía continua que nos
aboca de forma irremediable al viaje de ida sin retorno sin darnos tiempo casi
siempre a prepararlo.
La verdad es que había comprendido que no
tenía mucha gente que le quisiera y no tenía claro si seguir adelante o no con
el suicidio por si luego nadie asistía a su entierro...
yo una vez que esté muerta, la verdad es que me importa una mierda quien venga o no...
ResponderEliminarbesos.