miércoles, 15 de marzo de 2017

La espera (continuación)



Nunca se lo perdonaría… no el haberlo hecho en sí, sino el haberlo hecho de una forma tan chapucera… un experto como él y había caído en la trampa más tonta: las prisas.
“Vísteme despacio que tengo prisa” volvió a su memoria la frase que una y otra vez le repetía su madre cuando hacía las cosas a la carrera para explicarle que había que hacerlo bien aunque le llevara más tiempo y eso es lo que había sucedido por enésima vez pero ahora era un error imperdonable y así se lo repetía a sí mismo una y otra vez que, como una gotera, le iba horadando el cerebro poco a poco.
Después de los errores venía la hora de los arrepentimientos pero ya era tarde, ya no tenía remedio… bueno, sí, tenía remedio pero no era ni mucho menos el remedio deseado sino un remedio parejo a una situación terrible y en el que no quería ni pensar pero que sabía se aproximaba inexorablemente… Otra campanada del reloj y otra hora menos…

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