Era un pueblo muy
pequeño
al otro lado del
mar
era pequeño y
precioso,
la verdad no estaba
mal.
Allí vivía una niña
con sus padres y
alguien más:
era un perrito
pequeño
que no sabía ladrar.
Un día que salió la
niña
con su perrito a
jugar,
unos ojos la
acechaban,
ojos que miraban
mal.
La niña sin darse
cuenta
en el bosque se
metió
y es que en estos
cuentos siempre
hay un bosque y un
dragón
y cuando vino la
noche
y la niña se
perdió,
el dragón se
relamía
pues era un gran
comilón.
Fue acercándose
despacio
a donde la niña
estaba
pero lo que no
sabía
es que el perro no
ladraba
y así no podía
encontrarla
pues de noche no
veía
el dragón era muy
tonto,
era el rey de la
miopía.
Por eso pasó de
largo
y no se comió a la
niña
que llegó a casa
contenta
aunque se llevó una
riña.
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