martes, 4 de diciembre de 2012

Demasiado tarde



El sonido del teléfono interrumpió el ominoso silencio que reinaba en la vacía sala del diario “El Clamor Matutino”. Alguien que no conocía la noticia debía estar intentando ponerse en contacto con la redacción del periódico y telefoneaba periódicamente desde hacía casi tres horas, agotaba el número de timbrazos (diez) y volvía a la carga al cabo de un cuarto de hora exactamente como si de un autómata se tratase.
         La siguiente llamada encadenó el sonido del teléfono del Jefe de Redacción con el del que había en la mesa del redactor encargado de noticias culturales. A continuación, y sin hacer pausa alguna, fueron sonando todos y cada uno de los teléfonos que había en la sala y esta sinfonía telefónica se fue sucediendo durante más de cuatro horas con espacios de quince minutos exactos, pero nadie estaba allí para atender las llamadas.
El noticiero había cerrado hacía ya tres días por falta de anunciantes pero el anónimo comunicante desconocía este extremo pues representaba a alguien que había fallecido la semana anterior y había legado cien millones de euros para anunciar su óbito ocupando todos los espacios publicitarios del rotativo durante cien años.
El albacea testamentario, que se encontraba en otra ciudad, colgó el teléfono malhumorado por haber desperdiciado su jornada laboral sin obtener éxito:
− Tal vez este periódico no tiene ganas de recibir un encargo de publicidad necrológica que le mantenga de por vida, − pensó.

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