Lloviznaba
desde antes de anochecer y el desgastado pavimento semejaba un extraño espejo
en el que se reflejaban las mortecinas luces de las farolas. Una sombra se
vislumbraba en medio de la penumbra reinante, se movía lentamente como si no
tuviera fuerzas para caminar, sin embargo, aunque a duras penas, podía
distinguirse que se trataba de una mujer que cruzaba la calle embutida en un
gabán oscuro.
La
curiosidad me hizo acercarme a ella pero procurando que no me viese, me deslicé
a lo largo de las fachadas de las casas que se encontraban a su espalda hasta
que me coloqué a su altura al otro lado de la calle. Cuando se situó bajo una
de las farolas pude observar con más detalle a la desconocida: cabello blanco y
largo que llevaba empapado de agua así como el abrigo que chorreaba por su
borde inferior y debía pesarle sobremanera de ahí su cansino caminar. No
alcancé a ver su rostro y decidí adelantarme a ella antes de que llegase a la
siguiente farola. Antes de arribar al siguiente círculo de tenue luz se agachó
y recogió del suelo un objeto que en principio no pude identificar pues mis
ojos estaban fijos en su rostro que se iluminó débilmente para mostrar su mueca
desdentada. Un escalofrío recorrió mi espalda como un latigazo: era la Parca y
acababa de encontrar su perdida guadaña.
Genial, sorpresivo final, intenso, sostenido, escalofriante... Pregresas adecuadamente, maestro. Besos
ResponderEliminarMuchas gracias, maestra, felices fiestas
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