Había
tenido todo el tiempo del mundo pero no lo sabía, de haberlo sabido, las cosas
tal vez se hubieran desarrollado de otra forma y no se encontraría en una
posición tan poco favorable.
Miró
hacia abajo y sintió un escalofrío que le recorrió toda su anatomía, un abismo
aterrador se abría bajo sus pies. Dirigió una mirada hacia arriba y un talud
inmenso cortado a pico se mostró ante sus ojos. ¿Qué hacer?
Seguramente
que su instinto se lo había hecho saber pero no habría prestado atención, tan entretenido
estaba con la contemplación del pedazo de cielo que podía ver a través de la
ventana excavada en la roca y que por las noches se mostraba tachonado de
pequeñas lucecitas que parpadeaban, que no había tenido en cuenta nada más.
Había
pasado olímpicamente de hacer ejercicio físico pues su actitud contemplativa no
le exigía esfuerzo alguno.
Ahora,
que sus padres habían dejado de visitarle y el hambre le atenazaba las tripas
como si de un cepo interno se tratase, ahora no tendría más remedio que echarse
a volar.
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