La
primera vez que la vio estaba en la piscina de la urbanización y apareció con
una amiga en el mismo instante en el que él despertaba de una siesta en una de
las tumbonas. Era tal vez la criatura más hermosa que habían contemplado sus
soñolientos ojos y, a medida que se iba despertando, escuchó su voz que era
dulce y angelical como toda ella. Se prometió a sí mismo que tenía que hablar
con aquella mujer y comenzó un acercamiento lento pero progresivo.
En
primer lugar se mudó al bloque de enfrente donde ella también tenía su
apartamento y consiguió alquilar uno que estaba en la misma planta, justo en la
puerta contigua a la de su femenina obsesión.
Los
primeros días en su nueva morada los dedicó a diseñar la estrategia que debería
llevarle a la primera toma de contacto directa con su objetivo de tal manera
que incluso faltó al trabajo poniendo la excusa de que estaba enfermo.
Una vez
decidido el plan de ataque, se puso lo más atractivo posible y se dirigió al
apartamento de su preciosa vecina y se puso a hurgar en la cerradura con la
intención de que ella al oír el ruido saliese y él se disculparía diciendo que
se había equivocado de puerta, pero lo cierto es que por mucho que trasteó en
la cerradura, nadie abrió la puerta con el consiguiente chasco por su parte.
Cariacontecido volvió a sus aposentos y rumió su siguiente paso con idea de no
fallar en el segundo intento. Se situó sentado en un sillón atisbando por la
puerta entreabierta para intentar coincidir con ella cuando volviese a casa,
sería así un encuentro fortuito y le daría pie para presentarse y ponerse a su
disposición como buen vecino pero se quedó dormido sin que ella apareciese.
Cuando despertó eran ya las siete de la mañana y le dolía todo el cuerpo por la
mala postura que había tenido durante la noche.
Pero,
como no hay dos sin tres, ideó una nueva estrategia para conseguir ese tan
deseado primer contacto con su vecina. Dado que era domingo y ella era asidua
visitante de la piscina, se situó estratégicamente en una tumbona desde la que
podría verla cuando llegase y así fue, la vio venir a distancia y contempló a
sus anchas, tras los negros cristales de sus gafas de sol, el sinuoso cuerpo
que se le mostraba y que avanzaba hacia él con un contoneo mareante de caderas
que le estaba dejando como hipnotizado. Por un momento pensó que iba a caerse
de la tumbona pero afortunadamente se rehizo a tiempo y no dio lugar al
bochornoso espectáculo que hubiera sido verse por los suelos ante la mirada de
su diosa.
Observó
como ella se sentaba en uno de los veladores del bar y se dispuso al asalto
final: se levantó y dirigió sus pasos hacia la barra para pedir un martini y
decirle al camarero que invitase a la bella de su parte. Pensó pasar junto a
ella sin mirarla pero su intento de disimulo fue tan grande que no vio la
dichosa rodajita de limón que había en el suelo cerca de la mesa que ella
ocupaba y la pisó dando un resbalón que le lanzó encima de la chica y terminaron
rodando ambos por el suelo quedando ella sobre él con sus rostros casi tocándose.
─
¡Vaya! ─ dijo ella con una sonrisa burlona bailándole en los labios ─ por fin
he conseguido que te fijes en mí, pero no hacía falta tanto ímpetu, hubiera
bastado con que llamases a mi puerta en lugar de intentar abrirla sin tener mi
llave.
Debes seguir para que sepamos si se arma de valor para hablar con ella y consigue su objetivo.
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