El
cansancio comenzó a hacer mella en él. Aquella caminata sin haber entrenado lo
suficiente estaba a punto de pasarle factura.
Los
demás se iban alejando poco a poco a medida que su ritmo en el caminar iba
decreciendo.
Por fin
ya no se veía a nadie a lo lejos y un suspiro de alivio se escapó entre sus
resecos labios. Ya podía sentarse para descansar sin que nadie le mirase con
aires de superioridad.
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